viernes, 4 de julio de 2008

Siguió corriendo

No podía sacarse esa idea de la cabeza. Daba vueltas en la cama, se tapaba la cabeza con la almohada, cada tanto gritaba. Sin poder aguantar más se levantó, se puso zapatillas y una campera de jean y salió a buscarla; tenía que hablar con ella. Apenas estuvo afuera sintió una patada de frío en el pecho que lo hizo estremecer. Pensó en abrigarse más, pero no podía perder tiempo. Empezó a correr. Saltó un charco y se tropezó con una baldosa rota, pero siguió corriendo. La imagen le seguía dando vueltas en la cabeza, y cuando se lo imaginaba era peor. ¿Cómo mierda pudo hacer eso? ¿A quién carajo se le ocurre?, decía en voz alta mientras se agarraba de un poste para doblar en la esquina. Soportó la mirada asustada y curiosa del hombre que cerraba el kiosco y siguió corriendo. Ignoró el insulto de un borracho y siguió corriendo. Lo único que iba más rápido que él, eran los latidos de su corazón. Saltó por encima de una rama y siguió corriendo. ¡Pero que hijo de puta!, gritó mientras cruzaba la rotonda. Pateó una lata de cerveza y siguió corriendo. Era una helada noche de invierno y él traspiraba como testigo falso, pero seguía corriendo. Corría y no podía creer lo que había pasado. Asustó a un gato y siguió corriendo.

Por fin llegó a la casa de ella. Tocó el timbre y apoyó las manos en la pared, mientras bajaba la cabeza tratando de recuperar el aliento. Su corazón seguía corriendo, y su cerebro no dejaba de pensar en aquella imagen.

- ¿Quién es? –preguntó su novia por el portero eléctrico.

- Amor, soy yo. Tengo un chisme que contarte.

No hay comentarios: