miércoles, 28 de mayo de 2008

Yo soy otro pelotudo, y van...

En la siguiente dirección: http://www.youtube.com/watch?v=g6sWDwpBxRQ hay un video del filoso filósofo José Pablo Feinmann. La idea era poner el video para que puedan verlo desde acá, pero no se como pedirle a youtube para que lo haga.

Básicamente, para el que no tenga ganas de verlo, la idea que plantea este tipo es, literalmente, que no hay pelotudo que no tenga un "bloc" (se refiere a blog). Lamento discrepar, pero conozco a muchos pelotudos que no lo tienen. Agrega que la mayoría de los que tienen un blog tienen una pésima prosa. Dice, además, que quienes escriben en uno este medio digital agreden (¿agredo?) con la mala prosa a los que lo leen, y que además les hacen perder el tiempo (eso es culpa de ustedes que vienen a esta página de mierda; yo de eso no me hago responsable).

Finalmente, continúa hablando sobre la Feria del Libro, pero eso no importa al contenido de este escrito, y quizás sea debatido en otra oportunidad.

Es por eso que quiero inaugurar la sección de "pelotudos/as a los/as que me gusta leer". Consiste en links a distintos blogs que me gustan pese a que "me agredan y me hagan perder tiempo leyendo su pésima prosa".

Por otro lado, aprovecho para preguntarme ¿de dónde sacó ese tipo que la gente sólo quiere leer textos sublimes?¿Quién le dijo que el arte sólo puede ser realizado con excelencia porque de lo contrario es agresivo y una pérdida de tiempo?

lunes, 19 de mayo de 2008

Equilibrio

Soy una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. Para colmo de males, ésa mujer que soy en realidad, es lesbiana. Por lo tanto, me gustan las mujeres. La gente cree que soy un hombre al que le gustan las mujeres, y así mi imagen sigue intacta, y el mundo continúa en equilibrio.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Ajedrez

Entrando a la facultad de Ciencias Económicas vi a dos chicos jugando al ajedrez. Me acerqué despacio, sin hacer ruido, para no desconcentrarlos, y después de ver el tablero durante cinco segundos, dije:

- A3, B5 –y me fui caminando igual que como llegué, pero sonriendo como un idiota e imaginando lo que ellos pensarían de mi.

¿Me habrá hecho caso el que tenía que mover? ¿Habrá tenido la posibilidad de hacerlo? Si movió como yo dije, ¿habrá sido un buen movimiento o le cagué el partido?

Pero por sobre todas las cosas, yo que de ajedrez no sé nada... ¿existe la posibilidad de ese movimiento?

Diario íntimo virtual

Cuando era chico siempre quise tener un diario íntimo, pero nunca lo hice para no ser tildado de “rarito”, en el mejor de los casos. Demasiado tenía ya con ser petiso, usar aparatos y tener carita de bueno... ¿encima iba a tener un diario íntimo? ¡Me mataban! Era como disfrazarme de mujer e ir a golpearle la puerta a Marcelo Mario Sajén; como ser un plato de fideos en Ruanda. Era suicida como caminar con poncho y bombacha de gaucho por la plaza de Mayo. No, definitivamente no podía tener un diario íntimo.

¿Qué hacía? Lo obvio, evidente, lo que cualquier persona con dos dedos de frente hubiera hecho: reprimir todos mis sentimientos, y cagar a trompadas, junto con el resto del curso, al maricón que tenga un diario íntimo. Además, le sacábamos la cartuchera y la tirábamos al ventilador; lo alzábamos humillantemente (yo no lo hacía, pero festejaba la osadía del que sí se animaba); le escondíamos la mochila, etc, etc, etc. ¿Cómo se le ocurría tener un diario íntimo siendo varón? Aclaro, nuevamente, que yo NO tenía uno, quería tenerlo, pero no lo tenía.

Afortunadamente, muchos años después alguien inventó una especie de diario íntimo virtual que no sólo sirve para escribir lo que uno siente, sino que además, todo el mundo puede verlo. ¡Encima está de moda! Igual que ser pelado o gay. El tipo que más minas levante debe ser gay, pelado y con un blog donde cuente su vida privada.

Estas son las pequeñas y dulces revanchas que da la vida. Ya no tengo que reprimirme, no tengo que pegarle a alguien que hace lo que a mi me gustaría hacer, no tengo que llorar durante el recreo encerrado en el baño.

Justo ahora está de moda el blog, y esta es una de esas pequeñas y amargas paradojas de la vida. Justo ahora está de moda, cuando no tengo nada que decir.

domingo, 11 de mayo de 2008

Una de dos

Necesitaba estar solo, así que me fui a caminar por el parque. No había nadie. Era día de semana, a la siesta y hacía bastante frío. Enroscado en pedazos de algodón y lana, paseaba por el medio del parque a paso lento, pensando y mirando los árboles y autos que a lo lejos tiraban humo por el caño de escape. Casi lo mismo hacía yo por la boca, tirando un humito blanco, como si fumara.

En medio de mi soledad, aparecieron dos tipos de unos 25 años, que vinieron a sacarme de mi preciado estado. Uno tenía un gorrito de lana, una campera azul, y como cuatro buzos. El otro, simplemente un sweater y campera de jean.

- Dame la plata y el celular- me dijo el más abrigado de los dos, motivo por el cuál se lo veía más grandote.

- Eh, loco, ¿las dos cosas querés? Mirá –le dije sacando el teléfono-, es un celular sin cámara de fotos, ni mp3. Es medio viejo, está gastado acá atrás. Encima, cuando lo abrís parece una reposera o un diván...

- Basta, flaco, callate la boca y dame la plata y el celular o te rompo...

- Pará, pará pará –lo interrumpí-. Vamos a hacer una cosa; les propongo un juego. Se llevan este celular que están viendo o, chana na nán... la plata de la billetera, pero sin los documentos.

Una trompada en la panza me hizo soltar el celular y el aire. Otra en la cara, me tiró al suelo.

- ¡Qué te hacés el Susana Giménez, che infelíz! –dijo el que parecía más flaco, y agarró mi teléfono.

- ¡Esperá, dejame el chip que lo necesito para trabajar! –imploré antes de que se vayan.

- ¿Qué te crees que nosotros no estamos trabajando? –dijo el más grandote, y me tiró una patada a las costillas, que yo hábilmente intercepté con la rodilla derecha.

Los vi irse trotando como si hicieran gimnasia. Yo desde lo más profundo de mi ser esperaba que los haya visto un policía. O que los atropelle un camión de la basura.

Miré hacia todos lados, buscando a un testigo o a un policía. No había nadie. Me levanté, y cuando me limpiaba un poco la ropa, me di cuenta que todavía tenía la billetera en el bolsillo. Ja, solamente se llevaron el celular, pensé; y decidí que era un buen momento para abandonar el paseo, y volver a mi casa, con los cinco pesos en la billetera.

lunes, 5 de mayo de 2008

Distancia

Primera fila de un teatro casi lleno. Las luces a dos metros sobre de mi cabeza. El escenario a un metro y medio hacia adelante. Los culos de las bailarinas en primer plano. Los culos de los bailarines también, pero me esforzaba por no prestarles atención. Veía como espectador privilegiado ese turgente culo que estaba perfecto, como photoshopeado, y rodeado por moneditas doradas. Solamente veía a la bailarina que estaba en ese momento frente a mí. Era lo único del escenario que podía ver. Para disfrutar de toda la obra tenía que mover la cabeza de un lado a otro, como árbitro de tenis.

Click. Algo hizo click en mi cabeza, y me di cuenta que el teatro es como los problemas: para apreciarlos bien, hay que tener distancia…

Ja. Ni a Bucay se le habría ocurrido esta frase