domingo, 11 de mayo de 2008

Una de dos

Necesitaba estar solo, así que me fui a caminar por el parque. No había nadie. Era día de semana, a la siesta y hacía bastante frío. Enroscado en pedazos de algodón y lana, paseaba por el medio del parque a paso lento, pensando y mirando los árboles y autos que a lo lejos tiraban humo por el caño de escape. Casi lo mismo hacía yo por la boca, tirando un humito blanco, como si fumara.

En medio de mi soledad, aparecieron dos tipos de unos 25 años, que vinieron a sacarme de mi preciado estado. Uno tenía un gorrito de lana, una campera azul, y como cuatro buzos. El otro, simplemente un sweater y campera de jean.

- Dame la plata y el celular- me dijo el más abrigado de los dos, motivo por el cuál se lo veía más grandote.

- Eh, loco, ¿las dos cosas querés? Mirá –le dije sacando el teléfono-, es un celular sin cámara de fotos, ni mp3. Es medio viejo, está gastado acá atrás. Encima, cuando lo abrís parece una reposera o un diván...

- Basta, flaco, callate la boca y dame la plata y el celular o te rompo...

- Pará, pará pará –lo interrumpí-. Vamos a hacer una cosa; les propongo un juego. Se llevan este celular que están viendo o, chana na nán... la plata de la billetera, pero sin los documentos.

Una trompada en la panza me hizo soltar el celular y el aire. Otra en la cara, me tiró al suelo.

- ¡Qué te hacés el Susana Giménez, che infelíz! –dijo el que parecía más flaco, y agarró mi teléfono.

- ¡Esperá, dejame el chip que lo necesito para trabajar! –imploré antes de que se vayan.

- ¿Qué te crees que nosotros no estamos trabajando? –dijo el más grandote, y me tiró una patada a las costillas, que yo hábilmente intercepté con la rodilla derecha.

Los vi irse trotando como si hicieran gimnasia. Yo desde lo más profundo de mi ser esperaba que los haya visto un policía. O que los atropelle un camión de la basura.

Miré hacia todos lados, buscando a un testigo o a un policía. No había nadie. Me levanté, y cuando me limpiaba un poco la ropa, me di cuenta que todavía tenía la billetera en el bolsillo. Ja, solamente se llevaron el celular, pensé; y decidí que era un buen momento para abandonar el paseo, y volver a mi casa, con los cinco pesos en la billetera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dos de una...

El otro dia estaba caminado por el parque... y me encontre con dos minitas en la esquina medias sospechosas... no estaban encapuchas, sino mas bien con poca ropa y repito bien sospechosas... Me cruce timidamente a la otra esquina, y sin embargo cruzaron a avanzarme. Me pidieron plata a cambio de sexo, asi que asi fue, dos de una... Lo bueno es que mi celu seguia en mi bolsillo, aunque mi billetera habia perdido los cinco pesos.