jueves, 24 de mayo de 2007

Ensordecedor zumbido

Puso el revolver encima del escritorio y lo vació. Sentado, meditativo, fingiendo empeño estuvo haciendo caer el percutor hasta que empezó a declinar la sosegada tarde de invierno. Una y otra vez el dedo en el gatillo y él agazapado en el centro del silencio endurecido que lamían perros, gatos, las bocinas lejanas balanceadas sobre el río. Un ensordecedor zumbido lo atormentaba. Una estridente pregunta lo abrumaba: ¿matar o…? La situación lo superaba, y el ensordecedor zumbido y la estridente pregunta lo perseguían. Sentado en su silla de ruedas, filosofaba acariciando un revolver vacío, mientras miraba de reojo las balas. Decidió cargarlo. Seguía pensando dentro de esa habitación cerrada, dentro de esa solitaria casa, mientras acariciaba el revolver con el cargador ahora lleno. Una parálisis de la cintura hacia abajo lo mantenía en esa silla de ruedas. Y el ensordecedor zumbido continuaba atormentándolo. Y la estridente pregunta lo abrumaba. Manipulaba el revolver, lo acariciaba y lo miraba desde distintos ángulos. Se decidió a poner fin a esa eterna vacilación. Agarró con firmeza el arma. Miró fijamente un punto negro que había en el armario frente a él. Ya no había nada que pensar; ya había meditado demasiado. Comenzó a disparar. Seis balas destrozaron el armario que estaba dos metros frente a él. Y el ensordecedor zumbido aún lo atormentaba… ¡Mosca de mierda!, gritó –ya voy a comprar veneno en aerosol.

1 comentario:

Cora dijo...

Yo voto por más cliché...


Jesus te ama
y Soledad estuvo aqui.



Nos vemos en el parcial de RRPP para el que todavia no empecé a estudiar)